Te toca aprender.
Aprender que cada tanto (más seguido de lo que te gustaría) la vida nos caga a
patadas en el culo y que los puntinasos te duelen hasta la pera y te arrastran
desde la barra hasta la entrada de bar, borracho y lleno de mierda. Te toca
aprender que te despierta una canción y te conmueve hasta los huesos y que por
momentos sospechas que con cualquier otra que hubiera sonado te las hubieses
ingeniado para llegar hasta el mismo lodazal y que como consecuencia te das
cuenta de que estás hecho un tarado y fuera de vos mismo, que eso es una de las
cosas más graciosas que viste y que esa pequeña imagen de ligereza esconde el mismísimo
secreto de la evolución.
Te toca encontrar un
amigo en el fondo de la tasa del café, llamarlo y que se alegré de escucharte y
de cruzar unos mates y una conversación. Te toca aprender que amanece en
soledad y otros dias en Victoria y en rupturas y en María y Marta y Karina y en
Lorena y en otras tantas de las que seguro en un par de años no te vas a
acordar ni su nombre, ni su olor.
Te toca saborear la
vida como un breve aroma a incienso que te despeja los sentidos y que se te
llenen las manos instintos, al menos por un momento. Te toca aprender el paso
de comedia del humo, del ridiculo, de la
exposición y de la liviandad de que no te afecte el que dirán. Te toca que
todos te quieran enseñar y que vos solo quieras ser escuchado, porque sentís
que nada te pueden enseñar porque ya lo viste todo. Te toca aprender del amor a
pesar de la ausencia y de la libertad que se siente de solo saber que todo lo
que amamos sigue viviendo dentro de uno.