jueves, 11 de noviembre de 2010

Perfil


Soy un marinero desventurado por sentencia de un divino sin licencia que me toco en suerte (mala suerte…). Soy un número más en Argentina, en Buenos aires, un decorativo en Longchamps. Soy un paciente eterno de que nunca se deja atender, soy un preso de mis miserias y de mi ilusión (un maldito ricotero más en este país), un hombre libre de la intuición. Soy un ángel desalado en una tierra de buitres, soy un buitre retirado de las pistas de la piel. Soy un salpicón de notas en un pentagrama invisible, soy terreno fértil de las buenas intenciones y de las canciones que andan volando por ahí. Soy amante de las mujeres desenvueltas y de los hombres que no temen a decir la verdad, mas también les regalo mis plegarias a aquellos hombres y mujeres que mienten con la sinceridad de un niño. Soy comerciante, pollero (quizá es lo que más soy en este mundo: un parco sonriente que anda el conurbano tratando de embocar cajones mientras escucha la radio (o viceversa)), soy barquero de mis remos y mi vida y siempre voy hacia mi destino (esa es toda mi empresa); sé muy bien que el único destino cierto es la muerte, quizá por eso no le temo y vivo como vivo; soy un malviviente… Soy un pecador en recuperación, pero soy de los peores: yo nunca lo hice por necesidad, siempre lo hice por placer. Soy una caja de sueños perdida en un sótano que no se abre desde fines de los ’70, es por eso que busco que me encuentres. Soy un animal nocturno que no le quedó otra que aprender a madrugar. Soy un cuestionario abierto que se pasa la mayoría del tiempo encerrado, soy mas rápido que un mago con las manos, soy experto en el arte de ocultar, pero soy tan torpe que luego se me caen las cosas y no hay una vez que no me descubran. Soy un loco que se siente sonido. Soy un tipo enamorado de la vida, así de mierda como la ves.

Atentiiiiiiii!!! Este texto que escribí para mi perfil, está sujeto a la suerte cotidiana y por lo tanto a constantes modificaciones...

Que les garube finito, siempre suyo (de culo pa' delante).

                                                    Pepe, El Lunfardero

viernes, 5 de noviembre de 2010

Domingo por la tarde

Me preguntaba que es lo que le pasa a un tipo que ya siente que se está viniendo grande cuando la pequeña insolencia parte a un viajecito de cuatro días y se encuentra en la soledad confusa de un domingo después de no menos de cuatro meses, entonces desempolva el último disco de Bunbury y lo deja girar como una ruleta de sensaciones en el stereo del auto como no lo hace desde hace bastante tiempo ya; no porque a ella no le gusta mucho (que de hecho es una verdad), sino porque gusta de hacerla sonreír con la música y sabe que a la niña, ciertamente, hay cosas que la alegran mucho más que la impostada voz del aragonés errante.

Es domingo denso en la ciudad de los pobres corazones y el celeste del cielo parece querer teñirse de ceniza, como vaticinando una tormenta, algo que, probablemente, no estaría nada mal que se concretara, hace algunas semanas que no cae la liquida bendición del cielo y puede que se empiece a notar demasiado. El disquito destila altos niveles de fidelidad y se funde en la imagen del día como una banda sonora perfecta, alcanza a apoyar su verso justo en medio del pecho podría decirse, ahí: entre las tripas, los pulmones y el corazón y aparece después de un rato de andar la desoladora sensación de que, tal vez, no habrá este domingo un valle de sonrisas prestadas donde dormir el desasosiego del retorno a la soledad.
Para un tipo que a coqueteado profundo con la soledad al punto de casi convertirse en un solterón eterno, ese estado tiene un porcentaje de adicción bastante alto y como toda adicción, es quizá, algo de lo que nunca se esta del todo curado… (Ya se que no te gusta que hable de uno, pero tomémoslo como una licencia que me tomo por esta vez para compensar que tu boca está bastante lejos como para actuar sobre la mía). Hablaba de que para un hombre que ha tenido que aprender que para poder andar ciertos cielos hay que entender que el diablo de esos mundos lleva debajo de la cola dos nalgas bien duras y en medio de ellas un retazo de encaje negro y que muchas veces hay que permitirse compartir esos momentos que, antes, daban tanto placer transcurrirlos en soledad, un domingo a solas es un lugar bastante extraño… Decide entonces ir a visitar a sus madres; no porque sea mejor que no hacer nada, sino porque puede que no haya nada mejor que pueda hacer; pero quizá sea mejor escupir un poco de veneno antes, entonces busca la mejor sombra como parar el auto y escribir un poco. Siempre viene bien hablar un poco con uno mismo y más cuando es debajo de una hermosa y tupida sombra, a dos cuadras de la casa de su progenitora universal y con Bunbury cantando de fondo.