viernes, 3 de febrero de 2012

Puentes


Apenas conmovido, de la misma mano que siempre me empeñe en mantenerme (a fuerza de terquedad y miedo), guardo la sensación haberme apoyado de descansar después de un largo trecho contra un vidrio. Lo sabía, pero lo olvidé: la rueda seguía girando. El vidrio se rompió y, casi sin darme cuenta, caí hacia el otro lado. Ni había terminado de sacudirme los vidrios cuando ya estaba en marcha otra vez. Que te puedo contar del paisaje? Ya sabemos de que se trata esto del constante movimiento. Lo único que lamento es no poder haberme sentido más amigo del instinto que de la razón, porque aunque reneguemos de lo salvaje de la vida y aunque dudemos de pertenecer, naturalmente, a este cuadro, atesoramos la sabiduría de que el instinto es menos doloroso y que las heridas dejan marcas.
A pesar de todo y a fuerza de hacer un poco la vista gorda, preferimos convencernos de que elegimos el rumbo que llevamos y así vamos, casi convencido estoy de que no podríamos seguir yendo si no fuera de esta manera. Te sentís en un remanso entonces, ganas seguridad y pisas el acelerador a fondo (sabe Dios lo divino que se siente ese momento y lo valioso que es en sí, sin importar cual termine siendo el resultado final), no tardas mucho en sentir que te alejas de la ciudad  y vas a internarte en un descanso de sierra y selva. Pero el camino pega estas vueltas raras, viste? Y mientras te inunda la leve intuición de la rareza, las columnas crecen en el inframundo de la tierra y sólo, recién.  cuando el waray (o como sea que se escriba…) se extiende un kilómetro en el espejo retrovisor y notas que tus ruedas están a la altura de las araucarias, caés en la cuenta de que estás arriba de un puente. Pensás una vez más que los resultados del vacío se manifiestan mucho antes que la conciencia de este mismo. No tarda mucho uno en asumir que esta cruzando hacia otro lado, no se gasta siquiera tiempo en buscar un retorno que de antemano se sabe inexistente. Sin embargo, aunque llevamos esa luz de alerta latiendo en la frente, no podemos disimular la inquietante sorpresa que provocan esos carteles que anuncian a 500 mts bifurcaciones que nos distribuyen  a mas de media docena de destinos posibles, en esta autopista que ya sabemos más confusa que las de Sao Paulo.
Como si toda la joda se tratara de ir descargando lastre, siempre vamos dejando algo atrás…