martes, 19 de octubre de 2010

Pelotudo...

Tengo algunas palabras trabadas en las mejillas, casi a punto de salir. ¡Bronca! Quizás eso es lo que siento. A veces me es mucho más fácil escribir algo encriptado, pero me doy cuenta de que aunque la estética y la sugestión son cosas que me parecen básicas y elementales del arte hay veces que no alcanzan y uno se ve en la obligación de caer en recursos mucho más explícitos. Cuando me pasa esto, siempre recuerdo un día en que vi a Fontanarrosa en una conferencia de prensa defendiendo las “malas palabras” bajo el concepto de que hay palabras a las que no se pueden reemplazar por otras, por más que aquellas otras suenen mucho más “decorosas”; decía entonces que cuando uno cree que alguien es un “pelotudo”, no hay otra forma de llamarlo, no hay un reemplazo a esta palabra valido en forma, intensión e impacto a la hora de calificar a alguien que así se lo perciba.

Precisamente eso es lo que siento, no puedo reemplazar el sentimiento que tengo por algo más decoroso, por más que pueda ver desde mi lugar la historia entera de lo acontecido, por más que pueda, en lo profundo de mí mismo, perdonar y evitar levantar el dedo para juzgar, me resulta imposible dejar de sentirme decepcionado, de sentirme involucrado y con deseo de involucrarme, de sentir (incluso) vergüenza de género… y eso en sí mismo es algo que me ofusca de sobremanera.

No soy un tipo machista o por lo menos, más allá de las bromas que pueda hacer cada tanto, no me considero; pero si soy de los que creen que el ser humano que nació con pelotas se debe comportar como un macho y que los machos, llegado el momento, tienen que poner las pelotas sobre la mesa y cumplir con su rol, que cuando toca perder hay que mirar de frente el horizonte y bancarse lo que se viene aunque traiga una tormenta, que las mariconadas hay que guardarlas para la alcoba (si es son de nuestro gusto) y que en cualquier situación de la vida, llegado el caso, las mujeres y los niños van primero…

Hoy viví un momento de mierda y tuve que corroborar en carne propia que las mariconadas y los caprichos de un pelotudo no valen la mirada triste de un pibito yéndose de su casa para siempre, ese segundo en que la vida le cambia, esa imagen que no se va a olvidar nunca, esa boludez innecesaria que lo expone a la escena de saludar por una ventanilla a sus amiguitos del barrio que gritan su nombre mientras el se va… Todo por dos putas monedas a las que te agarraste como si eso te va a devolver lo que ya se te fue…


Tenía razón Fontanarrosa: la palabra ”pelotudo” es irremplazable…

Va este simpático videito acompañando, como para aflojar un poco la tensión...
 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me haces llorar!
pero.. cuanta verdad.
titina.

Gabriela dijo...

Y sin màs, decir las cosas por su nombre...
porque no hay otra manera...

(eso de vergüenza de gènero... que cierto joder!)

Espérame en Siberia dijo...

Las cosas como son.


Un gran abrazo.

Rosa dijo...

Esa palabra no se utiliza por aquí, pero creo que tras leer tu rabia, he entendido perfectamente su significado.

Un besote.