jueves, 7 de octubre de 2010

Bienaventurado seas



Mentiría si dijera que no tengo la sensación de estar despidiéndome. Aunque te parezca extraño, no me atormenta. No se bien de que modo, pero, desde un tiempo hasta acá se me instaló la idea de que gran parte de las cosas con las que nos rozamos están de paso, solo gran parte eh… Digo: hay algunas cosas que no están de paso y no me gustaría que lo estén y si, bien, es cierto que entre el deseo y la realidad hay millones de vida de por medio, siendo que el factor común en los deseos es de gran amplitud, hay algunas cosas que (gracias a Dios…) se mantienen a resguardo. Con todo, lo cierto, al menos para mí, es que la mayoría de las cosas en esta vida, así como tiene una fecha de gestación, tienen también una fecha de caducidad. Llegan y se van, solo ocupan una parte de en la línea de tiempo de mi vida y yo en la de ellas; A veces calan profundo, otras veces no tanto, algunas otras son como una brisa que apenas entibia o refresca el aire, pero siempre o, mejor dicho, la mayoría de las veces se desinstalan, increíble y velozmente.

En un principio me quedaba un gusto a madera húmeda y oscura en la boca… una angustia de carne muerte cada vez que algo se alejaba de mi vida o mi vida de algo, pero con el paso del tiempo y la repetición de los sucesos (no se si por ley de atracción o que…) comprobé con grata sorpresa, que el hecho de despegarse rápido de las cosas que quieren irse o que de hecho ya se marcharon tanto como de aquellas a las que yo mismo quiero dejar, da paso a que en su lugar, o a consecuencia de su partida, llegue para instalarse algo que viene a traerme mucho placer y que termina por hacerme olvidar de aquello a lo que en algún momento había querido abrasar hasta el punto de no dejarlo partir una vez llegado el momento.
La vida es un espectro muy grande, es una infinidad de posibilidades y, aunque me cueste aceptarlo, soy sumamente conciente de que, a pesar de mis esfuerzos, no voy a llegar a vivir siquiera un dos por ciento de las cosas que valdrían la pena vivir y entonces, cada tanto, cuando me veo en una situación que me incomoda me pregunto: “¿por qué estar pasando por esto que ya no siento que valga la pena? Y entonces me digo, automáticamente: “esto caducó…”; empiezo a fantasear con paisajes nuevos, espío por la ventana y casi puedo verlos, abro la puerta, pienso en mirar hacia atrás y en mi imaginación mi cabeza se da vuelta para ver la imagen en sepia de escena marchitándose, pero en la realidad nunca gira. Miro hacia delante, doy un paso, cruzo la puerta que el viento cierra tras de mí y ya estoy en otro lado. Apenas queda un pequeño resabio de vértigo en el alma del esternón… exhalo expulsando, levanto la vista, una nube se mueve con el viento, aparece el sol, calienta mi frente y casi puedo sentir su bendición, me cargo la mochila al hombro y vuelvo a andar, queda todo un mundo por descubrir. Bienaventurado seas.


2 comentarios:

Gabriela dijo...

y SI, QUE ASÌ SEA PARA VOS, Y PARA CADA UNO DE NOSOTROS, QUE TENGAMOS LA CAPACIDAD DE SALIR A VER COSAS NUEVAS POR LA VENTANA...Y ABRAMOS LA PUERTA TAMBIÈN!!! DEJANDONOS SORPRENDER
=)

Anónimo dijo...

Me gusto mucho el texto, tanto que no quería que termine, será que me vi Reflejada en esa forma de pensar, ver y/o sentir.
Gracias por compartirlo y escribí mas seguido! estabas desaparecido.
Yam